Hace 10 años, el empresario gastronómico italiano, Olimpio Pizio, decidió venir a Chile desde su natal Bergamo e instalar una pizzería en Reñaca, Viña del Mar. Le fue bien y pronto pensó que era necesario entregar una oferta gastronómica superior. Encontró un lugar privilegiado en el centro del polo turístico de la avenida San Martín y el resto, son sólo buenas referencias y éxitos.
En una ciudad donde la oferta gastronómica internacional es tan escasa como el inexistente smog en su aire, el restaurante la Dolce Vita permanentemente se ve lleno de comensales, quienes no tienen problema en hacer fila para sentarse a comer y probar sus afamados platos.
Junto con María José, lo visitamos en varias oportunidades para conocer la mano de su cocina. Pizio, aparte de ser el dueño, es su chef ejecutivo y maneja el restaurante con una férrea disciplina que hace que la atención sea veloz, muy amable aunque a veces suele ser parca. Y esto tal vez porque la mayor parte de su staff de mozos son hombres. La mano cálida femenina no se ve por ninguna parte.
La carta es bastante buena y ofrece platos, que para los amantes de la cocina italiana, son casi necesarios: Capeletis, Sorrentinos, Ravioles, pastas hechas en casa y casi una decena de salsas para acompañar.
María José decide comenzar por algo que sólo una persona nacida y criada en una familia 100% italiana sabría reconocer y paladear: un Minestrone. Sus ojos demuestran extremada sorpresa y no duda en afirmar: “está muy bueno. Jamás será como el que cocina mi ‘Nonna’, pero es impresionante cómo recoge el sabor del Minestrone italiano tradicional”. Y claro, la sopa contiene la mezcla exacta de verduras perfectamente cocidas, albahaca en la cantidad justa y legumbres en su punto. Cada uno puesto con delicadeza y con mucha dedicación, para que juntos funcionen en un plato que sólo un italiano sería capaz de cocinar. En su punto, sabroso, exquisito y repetible.
Para no quedar atrás, probamos también el caldo de Capeletis de pollo. En una primera ocasión, la sopa estaba algo azumagada y con un fuerte dejo a restos de carne salteada. En la segunda intentona era lo contrario: suave, caliente, en su punto. La pasta es, junto a la sopa, una combinación muy sabrosa. Sólo para los amantes de los líquidos calientes en cualquier momento del año.
Durante las visitas probamos Capeletis, Sorrentinos, Espaguetis, y Gnocchis con salsas Bolognesa, Alfredo, Nogada y Rossini. Todas pasaron la prueba. Destaco la Bolognesa, la cual es creada en base a las recetas que han hecho fama a la zona norte italiana, donde el pomodoro se hace en base a tomates frescos, que se cuecen al vapor con especias, con el objetivo de bajarle la acidez al tomate, y luego se une con la carne molida para que sus jugos se impregnen se manera suave y no salteada como muchos creen. Muy similar a la Ragout que a muchos les gusta y que disfrutan especialmente en los buenos restaurantes italianos de Nueva York. La Rossini funciona de muy buena manera en su fusión de crema y pomodoro no ácido. Algo para repetir y que lamentablemente el restaurant Capresse de Santiago decidió eliminar de su oferta.
De postre, elegimos Panna Cotta con salsa de frambuesa. De las tres visitas, dos veces presentó la textura y sabor ideales: cremosa, compacta, con una exaltación de crema y vainilla en su punto. La otra, lamentablemente estaba dura, azucarada, desabrida y no muy agradable.
El mejor descubrimiento es el Mouse Montebianco: una fusión perfecta entre chocolate y crema hecha en casa, que más que un mouse se acerca a una especial forma de torta. Simple, sabrosa y adictiva.
Lo bueno y lo malo
Lo mejor: Una atención eficiente, rápida, amable. Una muy y bien trabajada carta de platos (casi 30) y también, una suculenta oferta de postres que funcionan muy bien.
Lo peor: La ambivalencia de su cocina. De las visitas realizadas, los platos y postres estuvieron en algunos momentos y días, sublimes; y en otros, discretos. Esto demuestra que la mano artesanal no es estandarizada, lo que le quita la identidad al lugar.
Lo otro: la comida en general viene en su temperatura justa. Posiblemente a los chilenos nos gusta la comida más caliente y este hecho es algo que debe mejorarse.
Junto a ello, los precios están un poco por sobre el promedio de los restaurantes italianos de la capital. En base a dos aperitivos, dos entradas, dos platos de fondo, un postre y dos bebestibles, la cuenta bordea los $40.000 o US$ 90. Esto es algo que sólo se reserva para lugares como el “Da Carla” de Nueva Costanera o la “Due Torri” de Isidora Goyenechea (con sus respectivos descuentos y promociones). La Dolce Vita podemos calificarla como un lugar intermedio, que se posiciona por encima de restaurantes masivos italianos (como el Capresse o la Strada), pero que aún le falta para clasificar en intentos más sofisticados que justifiquen tales precios en la carta.
El veredicto
Olimpio Pizio ha logrado crear un muy buen producto, que funciona de manera eficaz, pero falta que se depure en algunos pocos detalles comentados en esta crítica.
La cocina italiana siempre ha demostrado pasión y amor por el que la consume, y eso sólo pocos son capaces de plasmarlo en su carta. Es cierto, es un restaurant, pero sabemos que Pizio tiene la llave y la fórmula para ir y dar el paso más allá que le hace falta, especialmente si está ad portas de inaugurar su primera sucursal en Chile, y con un ambicioso proyecto localizado en pleno barrio de Alonso de Córdova, en Santiago.
En Viña, la Dolce Vita reina entre pocos competidores. En Santiago, en cambio, la lucha es feroz y caracterizada por una oferta de más de 20 restaurantes, donde justamente la calidad, la cantidad y los precios módicos son los diferenciadores en un consumidor mal acostumbrado por los descuentos que pululan, gracias a los convenios con diarios y empresas de telefonía celular.
¿Qué si vale la pena? Por supuesto, especialmente si es un conocedor y un amante de las pastas. También, La Dolce Vita mantiene a su “primer amor” en la carta, y las pizzas (casi 20) que ofrece son de extremada calidad y sabrosura, por lo que si anda en búsqueda de una, le recomendamos que se interne y pruebe. No cometa el error de ir al restaurant contiguo, que claramente le echará a perder el día.
Ficha:
Chef: Olimpio Pizio
Calificación: 4.0 (de 1 a 5)
Ubicación: Avenida San Martín 640, Viña del Mar, Chile
Fono: +56-32- 268 7527
Descuentos y convenios: Ninguno
Fecha de la visita: En cuatro ocasiones durante el mes de septiembre de 2010