Ubicado en pleno paseo Yugoslavo en el corazón del popular y hermoso Cerro Alegre de Valparaíso, se encuentra el restaurant y hostal La Colombina. Si bien y como muchas críticas describen que “no es parte del circuito tradicional gastronómico de Valparaíso”, este lugar con casi 15 años de historia es un espacio obligado si lo que busca es una buena carta, platos fusionados simples y una mezcla de sabores sorprendentes.
El lugar es hermoso. Una casa al estilo clásico, con una estructura de madera trabajada, amplios ventanales, una decoración sobria pero envolvente, y lo más llamativo son sus bellos vitrales emplazados en el tercer piso. La vista es gratis y es una de las más hermosas que podrá encontrar, ya que la bahía y el puerto se muestran en una panorámica digna de ser fotografiada.
La atención es excelente. Sus mozos y mozas se esmeran por colocar una cara alegre, son los primeros en apurar la cocina, les gusta compartir con los comensales y se nota que a pesar de la larga jornada de trabajo, son la llave del éxito para que el visitante se vaya feliz y vuelva seguido.
La carta es variada aunque inflexible. Los platos están preparados exactamente para que la mezcla de sabores funcione, por lo que si decide pedir la plateada sobre reducción de salsa Cabernet y puré al merquén y quiere cambiar la guarnición por verduras salteadas o arroz, lo mirarán raro.
La Comida
la factura de la cocina es muy buena y correcta. Hay una clara intención de ser creativo con lo simple, y esa idea funciona de manera perfecta. Para partir pedimos crema de machas: suave, en su punto, bien trabajada y de sabor agradable. Y también sopa de cebollas: abundante, sabrosa, contaba con un gran pedazo de pan de molde tostado con queso derretido en la parte superior. Un poco suave. Tal vez un toque de caldo de oxtail habría ayudado para aumentar el sabor, tal como se hace en Raúl Correa y Familia.
De segundo pedimos “Trilogía de Cebiches”. Muy fresco. En tres pequeños potes había cebiche de reineta sobre una cama de cebollas moradas trabajada en limón: muy sabroso. En el segundo, pequeñas lonjas de salmón acompañadas en una salsa de soya caramelizada: la salsa no ayudó ya que la soya era de mala calidad (posiblemente Gourmet) y los salmones estaba puestos tal cual. Habría sido interesante haberlo hecho sobre soya Kikkoman adobado con toques de jengibre. La tercera eran camarones de mar de buen calibre sobre la misma cama de cebollas del primer plato: nada fuera de lo común, pero muy rico.
De tercero, probamos plateada en reducción de Cabernet y puré al merquén. Si bien el plato se les habría agotado, hicieron un buen arreglo salteando durante varios minutos unos tiraditos de lomo vetado. La salsa estaba levemente dulce y hacía un contraste magistral con el puré, que era una delicia por su sabor y cremosidad.
También degustamos ravioles rellenos de pastelera con crema, cebolla caramelizada y espinacas salteadas. Tal vez uno de los platos de pastas más sabrosos, originales y “graciosos” que hemos probado. La combinación de la pasta, la pastelera, la crema y los demás ingredientes se convierten en una sinfonía al paladar. Un plato para aplaudir.
De postre, la espuma de limón basada en leche condensada evaporada y limón de pica funciona muy bien para ir reptando de vuelta a tu casa dormir una larga siesta.
El resultado: muy rico, interesante, recomendable y necesario. El paseo vale la pena, aunque es bastante complicado llegar y aun más difícil encontrar estacionamiento. El valor promedio por pareja puede llegar a las $45.000 o US$ 100. Algo elevado, pero aceptable por la factura de su cocina.
Ojo: la carta del restaurant no necesariamente es la misma del sitio web, donde muestra una variedad bastante mayor a la que uno se encuentra en el restaurant.
Ficha:
Chef: Iván Araya
Calificación: 4.0 (de 1 a 5)
Ubicación: Tiene tres entradas: Pasaje Apolo 77/91 y Paseo Yugoslavo 15
Fono: +56-32- 223 6254
Descuentos y convenios: 25% tarjeta Club de Lectores El Mercurio a la fecha de la visita
Fecha de la visita: 29 de noviembre de 2010 y 24 de enero de 2011