Rosso Italiano: Bien, Pero no Tanto

RossoItaliano

Casi un año abierto cumple en pleno Boulevard de Parque Arauco, Rosso Italiano, el nuevo proyecto de la empresa GMW que tiene como socios a Giovanni Anderlini (Le Due Torri), Marcos Hites y Walter Monticelli (ex Pasta e Basta) y en cuyo inventario se suman otros como Caprese, Enzo y el de comida rápida, Mamma Mía.

Rosso Italiano ocupó el espacio del ya desaparecido Asian Bistro, propiedad de Giovanni Vanni, quien también administra el sobrevalorado Danubio Azul. Asian Bistro tuvo malos momentos en su casi 4 años de paso por el segundo piso de lo que hoy compone el Boulevard del Lujo del mall capitalino. Con una carta variada, un sabor y una factura interesante que muchos no entendieron, precios excesivos y una pésima atención, Asian Bistro desapareció sin dejar viudas por el camino para dar paso a este nuevo proyecto que en su debut, recibió más críticas que alabanzas. Y muy malas críticas.

Llevando consigo una fuerte “carga” que dejó su antecesor, los primeros meses de rodaje fueron fatales. La marcha blanca de la cocina y los mozos definitivamente no fueron capaces de cumplir con el mínimo y la calidad de los resultados también dejaron que desear. Tras eso y a un año de trabajo, Rosso Italiano muestra mejoras notables, como una buena y eficiente atención, servicio rápido gracias a la mecanización de la comida y resultados en platos que llaman la atención ya que son sabrosos, cumplen, pero ciertamente son un poco sobrecargados.

La remodelación del lugar quitó sofisticación y encerró bastante el espacio que Asian Bistro había generado con la arquitectura anterior: la terraza es más pequeña, la distribución de las mesas hace que el espacio se vea vacío y frío y además, no hay prolijidad por mantener impecables los ventanales para mirar al exterior, lo que demuestra aires de descuido. Tampoco existe un anfitrión quien te reciba a la entrada del lugar por lo que tienes que abrir por ti mismo una pesada puerta de vidrio que te golpea en la cabeza, para luego sentarte en donde puedas o quieras. Claramente algo debe mejorar ahí.

La carta se ha mantenido estable durante el año, algo raro en Walter Monticelli, quien sigue pensando que cambiarla cada 6 meses atraerá a más comensales a su fábrica de comida. Sí llama la atención que esta es interminable, tanto en pastas, antipastos, pizzas, tragos y vinos. Hay también una predilección innata al exceso de crema, al exceso de ricota y casi un total olvido a lo fino, lo frugal y lo aromático de la cocina italiana donde predominan el peperonni (pimiento), el tomate seco, la albahaca, la oliva… el pesto ¡por Dios!

Para irnos a la segura, pedimos dos platos que no podían fallar: Una fuerte para dos personas y media (con hambre) de spaguettis con bolgnesa. La pasta hecha en casa pero industrial, se notaba extremadamente amarilla (esperemos que no esté con colorante), lo que nos hace recordar los buenos primeros momentos de la franquicia del Mamma Mía. No molestan, son sabrosos, pero tampoco son para colocarles un monumento. El acompañamiento en cambio, a base de pomodoro casero, con toques de tomatitos cherry, un poco de crema (que no debería incluír) y carne molida salteada que luego fue incorporada y hervida. Un poco fuerte, tosca y parecida a la que puedes hacer en casa. Claramente falta más originalidad y tal vez, trabajar un poco recetas de la Liguria para tratar esta presentación, en base a una bolognesa hecha sobre osobuco, asado de tira, tal vez un pollo ganso y hasta mechada. O también, probar con recetas cercanas al ragout, donde los jugos de la carne se deshacen mientras se cocinan suavemente con la salsa.

Resultado final: fuerte, pasa la prueba, pero es olvidable.

Junto a esto, pedimos una segunda fuente con ravioles rellenos de carne y salsa rosa (pomodoro y crema). La salsa nuevamente muy pesada, exceso de queso, espesa. Los ravioles en cambio muy sabrosos, en su punto… podrían resaltar si se saltearan en mantequilla negra y albahaca solamente. Se disfrutaron con esmero, pero terminamos algo atosigados por lo poco delicado del plato.

En cuanto a la atención, fue gentil, veloz, los platos llegaron en minutos (lo que demuestra que la cocina está muy bien, o está muy mecanizada, o simplemente usan el funesto sistema de la Piccola Italia donde recalientan los platos (esperemos que tampoco laven los fideos sobrantes)).

Las dos fuentes que perfectamente pueden dar de comer dignamente a 5 personas o a 4 con mucha hambre, más un Amaretto Sour (correcto), cuatro jugos naturales (hechos en el momento, muy azucarados y a base de pulpa) costaron $ 48.000 o US$ 90. Bastante para ser un restaurant donde Monticelli busca generar lo que él ha llamado “calidad a un precio accesible”.

Rosso Italiano al menos no es una mala alternativa, se puede comer bien, de manera veloz, a un precio relativamente alto y en un bonito lugar. Eso sí le falta y mucho para ser un espacio premium, alabado por la crítica y donde los comensales se pelean por una mesa. El lugar finalmente tiene el sello de los proyectos de Monticelli: correcto, pero siempre, siempre le falta algo para ser mejor. Muy aspiracional, con muchas ganas, pero insisto, no logra el objetivo final. ¿Chaucha para el peso? Usted lo dirá.

Ficha técnica:

Rosso Italiano
Chef: Walter Monticelli
Boulevard del Parque Arauco. Avenida Kennedy 5413
Fono: +562 2229 2210

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